La mañana estaba muy fresca con ciertos
puntazos de frío. Mi hermano Miguel pudo llevarme hasta el final de la
autopista allá en Luján. Al enfrentarme al camino, antes de salir, la
adrenalina me empujaba hacia la senda. No podía retroceder. Me despedí
de mi sobrino Leandro, un abrazo a mi hermano y, luego de un llamado de
Mariposa para enviarme su legión de ángeles, comencé a rodar hacia mi
destino: San Antonio de Areco (es
difícil escribir desde un cyber donde chicos se destruyen en una batalla
y gritan desaforados). Los primeros diez kilómetros fueron tensos. Era
la primera vez. La fuerza de los camiones con sus trombas de viento
amedrentaban pero el empuje del alma pudo más. Centrado en la línea
blanca del asfalto fui pedaleando con tranquilidad. La ruta 7 tiene un
tránsito intenso y no posee banquina. Al tomar la ruta 41 ya estaba
sereno y tarareando canciones de Léon Gieco. La belleza del camino se
manifestó sin darme cuenta cuando el quejido de un molino me avisó que
estaba sacando agua para los animales. Los maizales inmaduros se
presentaban como océanos verdes de eternidad. Las cotorras discutían. Un
gavilán picoteaba un trozo de carroña. El camino comenzó a develar sus
mensajes. Estaba pleno. Lleno de silencios. Seguí pedaleando a buen
ritmo (disculpen los errores, no tengo tiempo de repasar y quiero
dejarles un pequeño relato sobre la travesía) Fueron casi tres horas de
pedaleo moderado, a un ritmo intenso, disfrutando. Al llegar a San
Antonio de Areco, mi corazón tuvo un brinco de paz.
Desde los pagos del escritor Ricardo Güiraldes, autor de la famosa novela "Don Segundo Sombra", les dejo un trazo de mis letras mezcladas con la aventura maravillosa de pedalear por la vida.
Desde los pagos del escritor Ricardo Güiraldes, autor de la famosa novela "Don Segundo Sombra", les dejo un trazo de mis letras mezcladas con la aventura maravillosa de pedalear por la vida.
Juan Pomponio / 18 de febrero de 2013
Cuando deseas llegar a la meta tus piernas ya no cuentan es el deseo de llegar lo que importa
ResponderEliminarCiclomponio, viajero de rutas astrales: imagino que ya rodarás por la zona de Junín. El mundo, tus ruedas y tus sueños giran hacia adelante, hacia esa ruta embarazada de futuro sobre la que deslizás tu sombra sobre el asfalto. Disfrutá esa maravilla de horizontes claros y aires cada vez más puros que irán pasando por tus pulmones hasta llegar a destino. ¡Abrazo fuerte!
ResponderEliminarQuerido Juanito, fortalece las piernas; dale duro a los pedales. En su momento, estoy seguro, te propondrás, con tu bicicleta, transponer los Andes. Y yo te esperaré de nuevo en la Plaza de Armas del Cusco, y regaremos poesía, te prometo, juntos, desde Cusco a Quito. Un fuerte abrazo desde el pie del Huascarán. Feliciano.
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